miércoles, 21 de junio de 2017

Lo ataron “como cabra” para quemarlo pero este sacerdote sobrevivió gracias a la oración

El presbítero Samuel Okwuidegbe recordó cómo fueron los días de su secuestro hace dos meses.
El sacerdote jesuita Samuel Okwuidegbe compartió la cruda historia de su secuestro por parte de extremistas nigerianos, quienes lo golpearon, torturaron y amenazaron con quemarlo “atado como una cabra”, una experiencia de la que salió vivo gracias a la oración.
En el relato compartido por el sacerdote en la web de los superiores jesuitas de África y Madagascar, el presbítero recordó cómo fueron los días de su secuestro hace dos meses.
El martes 18 de abril, el P. Okwuidegbe había salido hacia un retiro de silencio con un grupo de hermanas del Inmaculado Corazón de María. Antes de irse, el provincial, P. Chuks Afiawari, había bromeado con él: “Asegúrate de no ir adonde te secuestren”.
En su camino hacia el lugar del retiro, un grupo de hombres armados con rifles AK47 lo detuvieron a él en su vehículo y a otro hombre en un mercedes. “Si no sales del auto te disparo”, le dijo uno de los secuestradores.
Ese día, recordó, caminaron en medio de la selva alrededor de ocho horas hasta que oscureció.
En su confusión comenzó a preguntarse: “¿Por qué Dios, por qué? ¿Por qué me pasa esto a mí?”.
Después de quitarle todas sus pertenencias, incluido su rosario, los raptores lo golpearon y “me ataron de pies y manos con una soga como a una cabra antes de matarla. Me sacaron la sotana y la camisa, me lanzaron al suelo y comenzaron a pegarme con sus armas. Me pegaron a los costados, en la cara, me zarandeaban en el suelo. Luego acercaron algo de ropa a mi nariz… pude oler la parafina; y uno de ellos gritó: ‘¡Te vamos a quemar vivo!’”
Ante la amenaza, relató el sacerdote, “comencé a rezar en silencio. Dije ‘Dios, me comprometo contigo, comprometo mi espíritu’ y me resigné al pensamiento de mi destino, al hecho de que iba a morir ese día”.
Afortunadamente no lo quemaron y lo desataron; y el sacerdote no dejó de rezar: “Cada minuto decía todo tipo de oraciones. Recé a San Ignacio, recé el rosario y la (coronilla de la) divina misericordia… en un momento comencé a cantar para mis adentros una canción de Ghana que dice ‘Dios, háblame… ¿Dios, dónde estás? Seguí con ella en mi corazón y me dio esperanza”.
El segundo día las condiciones no variaron mucho y pudo escuchar que estaban negociando su rescate. Pasaron ese día sin comida ni bebida.
Saber que había personas que rezaban por él, le daban algo más de esperanza. Cuando llegó el viernes, el día límite para el pago del rescate, una cosa le llamó la atención:
“Estos secuestradores hacían llamadas desde la selva sin miedo, ni el gobierno ni nadie iba a rescatarnos. Ellos estaban relajados, no sentían ninguna presión y se tomaron su tiempo, y nunca sintieron que tuvieran que huir. Estaban muy tranquilos en la selva”, contó el P. Okwuidegbe.
Tras el pago del rescate, el regreso no fue sencillo pero finalmente el sacerdote pudo volver a servir en el centro donde trabajaba.
“En todo esto Dios me reveló que nunca me abandonó en la selva, incluso cuando estaba fuera de todo alcance. Dios oyó mis oraciones y estaba conmigo. Si no hubiera sido por todas estas oraciones, no habría sobrevivido a esto”.
“Mi amor por la Compañía de Jesús ha sido renovado, recuerdo que cuando llegué al Hekima College en Nairobi un hombre joven de Zimbabwe se me acercó y me dijo: ‘Me parece familiar, ¿usted es el Padre Sam?’ Respondí que sí y me dijo ‘Hemos estado rezando por usted en Zimbabwe’ Fue maravilloso oír eso”.
El presbítero lamentó que los sacerdotes sigan siendo víctimas del secuestro y alentó a que, cada vez que algo así suceda, “se informe a nuestro gobierno y a nuestra Iglesia para alzar nuestras voces y hablar contra tales actos de maldad”.


ROMA, 20 Jun. 17 / 01:21 pm (ACI).-